sábado, 3 de abril de 2010

Reflexión Domingo de Pascua de Resurrección.


ALELUYA. Basta de tristeza y penitencia, es Pascua. Cristo ha Resucitado, todo es vida nueva en nosotros y para nosotros. Aleluya nos decimos, hoy, los cristianos. Se ha acabado el tiempo de orfandad. De nuevo, vivimos plenamente la dignidad de hijos de Dios renovados por el aliento del Espíritu Santo.El don de la resurrección nos sobrepasa y no somos capaces de comprenderla en todo su valor. Necesitamos la ayuda del Espíritu que viene a reforzar nuestra fe, a aclarar el entendimiento, y dispone la voluntad al servicio de la caridad de Dios Padre. Así, el gozo de la Pascua es mayor porque estamos a la espera del día de Pentecostés, cuando el Espíritu purificador y dador de vida vendrá a nosotros.Hombres y mujeres, chicos y jóvenes, niños y viejos conocedores del secreto del amor de Dios sentimos la obligación moral de gritar con todas las fuerzas la Resurrección del Señor Jesús. "Ay de mí si no evangelizara", dice San Pablo. Ay de mí, tenemos que decir nosotros, si no somos heraldos, de palabra y en hechos, de la obra de la Trinidad Santa.Llamados a vivir el misterio que nos ha sido revelado, digamos, con Santa Teresa del Niño Jesús: "no muero, entro a la vida". Unos ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús iluminando de luz nueva la noche de Navidad; hoy, son unas mujeres las portadoras de la Buena Nueva del Resucitado al despuntar el alba; los apóstoles, los receptores. Amigos, hoy es Pascua. ALELUYA.

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