viernes, 13 de mayo de 2011

Alimento para el alma.






No sólo de pan vive el hombre, cuantas veces hemos escuchado esa frase y creemos que se trata de un cliché más. A quién le importa qué más necesite el hombre, si no le falta el pan en su mesa, si tiene a la mano todo lo que el dinero le permite comprar.
¿Pero será suficiente con eso, para que el hombre se sienta satisfecho con su vida?

Para algunos tal vez, para otros sólo por un tiempo, y para la mayoría sólo el instante en el que disfrutamos del bien adquirido, y al instante siguiente queremos otra cosa, se acabó el gusto y el goce. Sólo lo tuvimos por un fugaz instante.

Esto tiene razones muy claras, nuestro interior no goza con los bienes adquiridos inútilmente con ese fin, por la simple razón de que no le traen ningún beneficio a nuestro espíritu.

Las cosas que logran que nuestro espíritu se sienta bien, dichoso, satisfecho, están en el plano de las acciones y no en el plano material, es el ser y no el tener lo que nos hace felices o desdichados, aunque nos hayan hecho creer lo contrario.

Por eso debemos tener mucho cuidado con lo que creemos que necesitamos para ser felices, porque la mayor parte del tiempo estamos en un gran error y perdemos todo lo realmente importante para nosotros por un falso premio.

Esa es la razón de la mayor parte de la infelicidad actual, sufrimos porque no tenemos lo que “no queremos y además no necesitamos”, que triste paradoja. Mientras que las cosas que nos pueden hacer felices pasan frente a nosotros y las desdeñamos como cosas sin valor.

La felicidad verdadera esta en nuestras actividades diarias si las tomamos con respeto, si las vemos como un tesoro, que nadie más posee.

Sólo nosotros tenemos en nuestras manos y en nuestras acciones, la posibilidad de lograr el máximo potencial de todo lo que pasa por nosotros, sea una cosa, una persona o una idea.

ESE ES EL ALIMENTO DEL ALMA.

En la medida que estemos satisfechos con nuestras acciones e ideas cotidianas, que no le quedemos a deber a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, si sabemos que estamos actuando lo mejor que podemos en ese instante, sentiremos una satisfacción que sólo nosotros mismos podemos darnos.

Ojalá que todos pudiéramos gozar, esa paz interior que da el saber que hemos hecho lo correcto. Ni más, ni menos.

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