feliz el que ha sabido encontrar grandes amigos y en cada uno de ellos, ha encontrado una parte de sí mismo, que así quedó salvada para siempre.
feliz el que en sus amigos halló comprensión.Y esa comprensión le ayudó a comprenderse a sí mismo.
feliz el hombre que, a travéz de los datos de una firme amistad, ha sabido concebir como “amor de amistad” el amor que entre su alma y su Señor debe mediar.
José María Cabodevilla
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